sábado, 13 de septiembre de 2014

LAS PARRAS DE MI PUEBLO

En mi camino hacia la iglesia por la calle Sagrado Corazón de Jesús, encuentro una casa cuyas paredes están recubiertas de unas parras con numerosos racimos de uvas. Es verdad que si tomo otra calle me encuentro con otra parra que no tiene ningún racimo. En tiempos no muy lejanos estas parras dentro del pueblo eran más abundantes. Además de estas vides domesticas, han abundado y todavía encontramos algunas higueras dentro del casco del pueblo.

La vid y la higuera, son dos plantas bíblicas, de modo que en tiempos de paz, como en el reinado del Rey Salomón, cada israelita se sentaba bajo su parra y bajo su higuera. La viñas bíblicas tienen su historia que empieza con Noé "Noé era agricultor y fue el primero en plantar una viña. Bebió del vino y se emborrachó y quedó desnudo dentro de su tienda." (Génesis 9,20-21).

Otra viña fue ocasión de mayores males en tiempos de Elías, cuando el rey Acab quiso adquirid de Nabot la viña heredada de sus padres, y al negarse a vendérsela, la reina Jezabel entró en acción para quitarse de en medio a Nabot mediante calumnia y asesinato, para ofrecerle a su marido la viña. (1 Reyes 21).
 
En numerosos pasajes del antiguo testamento la vid y la viña representan al pueblo de Israel. En Isaías tenemos el canto a la viña. Dice el profeta: "Mi amigo -el Señor- tenía una viña en un fértil collado, la entrecavó, quitó las piedras, plantó nuevas cepas, construyó en medio una torre y cavó un lagar. Esperaba que diese uvas, pero dio agrazones... Pues os hago saber lo que haré con mi viña: quitar su valla, destruir su tapia, no la podarán ni escardarán, allí crecerán zarzas y cardos... La viña del Señor del universo es la casa de Israel. Esperaba de ellos derecho y ahí tenéis sangre derramada, esperaba justicia y ahí tenéis lamentos" (Isaías 5).

El salmo 79 con la misma imagen de la viña narra la historia de Israel desde la salida de Egipto hasta que se establecieron en Canaán y con un final semejante al que cuenta Isaías.

El libro de los Números (uno de los cinco de Moisés o Pentateuco) nos habla de los exploradores que por orden del señor mandó Moises para reconocer la tierra prometida, y en este pasaje la viña aparece como signo de abundancia. La exploración se limitó a la región de Hebrón: "Subieron por el Negueb y llegaron hasta Hebrón... llegados al Valle de Racimo cortaron un ramo con un solo racimo de uvas, lo colgaron en una vara, y la llevaron entre dos. También cortaron granadas e higos" (Número 13 21 y siguientes). Esa zona la recorrí en mi peregrinación a tierra santa, en el camino de Jerusalén a Hebrón había pequeñas parcelas de viñas con terreno pedregoso y muy seco. Por eso las vides estaban como agarradas al suelo para conservar la humedad que les llega de rocío de la noche. Explicaba el guía que hoy esas vides siguen dando racimos enormes.

Frente a la ingratitud de Israel, la viña que no dio uvas sino agrazones Jesús se presenta como la vid verdadera, autentica, siendo su Padre, el que la cultiva y sus discípulos las ramas. Y ahora, "si una de mis ramas no da uvas la corta, pero si da uvas la poda y la limpia para que de mas... el que permanece unido a Mi y yo al él da mucho fruto, pues sin mí no podéis hacer nada... yo soy la vid, vosotros los sarmientos, quien no permanece en mí lo tiran fuera como el sarmiento y se seca. Luego lo recogen y los echan al fuego y arden" (Juan 15, 1 y siguientes).

Destaquemos en este pasaje y en otro de San Juan su insistencia en "permanecer unidos a la vid verdadera que es Cristo".

2 comentarios:

  1. Saludos,
    -Manolo-

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  2. Nilda 16-09-14septiembre 16, 2014

    Padre reconforta tu escrito como siempre, acorta la distancia e invita a permanecer Unidos a Cristo, la Vid Verdadera. saludos desde Paraguay. Nilda

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