Ese encuentro especial en la cuaresma con Dios, se suele
expresar con el término de cumplimiento Pascual.
El cumplimiento Pascual, lo expresamos con los
sacramentos de la confesión o penitencia y con la Comunión Pascual.
En nuestra parroquia, recuerdo el modo como lo cumplíamos
o (nos lo hacía cumplir) el párroco Don Leopoldo. Hasta ahí llegan mis
recuerdos. Los sacerdotes del arciprestazgo, hacían un programa de confesiones
en las distintas parroquias para ayudarse mutuamente. Un día en un pueblo y
otro en el otro. También algún año llegaba de fuera un predicador, recuerdo al
padre Constantino, dominico de la Peña de Francia, con los que D. Leopoldo
tenía bastante relación. Después cada Párroco lo llevaba a efecto, a su manera
y costumbres en su pueblo. En el nuestro, don Leopoldo en fechas determinadas
convocaba por edades unas reuniones con la gente para llevar a cabo este
Cumplimiento Pascual. Convocaba una reunión de jóvenes, otra de hombres y otra
de mujeres para determinar el tema de la confesión cuaresmal. A los asistentes
a estos encuentros no demasiado
exigentes les daba una cédula que llevaba escrita solamente la palabra confesó. A todos los grupos se les
señalaba el horario de su confesión por ejemplo a los jóvenes de cinco a siete,
a las mujeres de siete a nueve etc. Al acercarse al confesor, cada penitente
llevaba su cédula SE CONFESÓ que entregaba al sacerdote al empezar a
confesarse. El sacerdote no se la devolvía al penitente. Así no quedaba
constancia de si había confesado sus pecados.
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Al día siguiente muy temprano tenía lugar la comunión
general en la parroquia. Los penitentes arrodillados en las gradas del altar
hacían su comunión pascual y entregaba el ayudante del sacerdote otra cédula que
decía COMULGÓ, que era como el
certificado de que ese feligrés había hecho por ese año la comunión pascual.
Algunas semanas más tarde
después de la fiesta de Pascua, el Párroco salía casa por casa
acompañado de monaguillos en horario escolar y por eso con permiso del maestro
iba recogiendo las cédulas de la comunión pascual y los monaguillos con él en
capachos y cestas recogían los huevos, por cada cédula un huevo, que entregaba
el ama de casa. Nunca supe el destino final de aquellos huevos, ciertamente los
monaguillos no recibíamos ninguno.
No sé qué relación tendrá esta costumbre de nuestro
pueblo de obsequiar al párroco con la de regalar huevos de chocolate por Pascua
en países como Paraguay, Argentina y Brasil.
NOTA - Aquellos huevos desaparecieron en nuestras
costumbres. Pero siguen presentes los huevos que se introducen en los hornazos; que esto sea para muchos años.
¡FELICES
PASCUAS DE RESURRECCIÓN!