jueves, 19 de marzo de 2015

CUARESMA, TIEMPO DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR

Ese encuentro especial en la cuaresma con Dios, se suele expresar con el término de cumplimiento Pascual.
El cumplimiento Pascual, lo expresamos con los sacramentos de la confesión o penitencia y con la Comunión Pascual.
En nuestra parroquia, recuerdo el modo como lo cumplíamos o (nos lo hacía cumplir) el párroco Don Leopoldo. Hasta ahí llegan mis recuerdos. Los sacerdotes del arciprestazgo, hacían un programa de confesiones en las distintas parroquias para ayudarse mutuamente. Un día en un pueblo y otro en el otro. También algún año llegaba de fuera un predicador, recuerdo al padre Constantino, dominico de la Peña de Francia, con los que D. Leopoldo tenía bastante relación. Después cada Párroco lo llevaba a efecto, a su manera y costumbres en su pueblo. En el nuestro, don Leopoldo en fechas determinadas convocaba por edades unas reuniones con la gente para llevar a cabo este Cumplimiento Pascual. Convocaba una reunión de jóvenes, otra de hombres y otra de mujeres para determinar el tema de la confesión cuaresmal. A los asistentes a  estos encuentros no demasiado exigentes les daba una cédula que llevaba escrita solamente la palabra confesó. A todos los grupos se les señalaba el horario de su confesión por ejemplo a los jóvenes de cinco a siete, a las mujeres de siete a nueve etc. Al acercarse al confesor, cada penitente llevaba su cédula SE CONFESÓ que entregaba al sacerdote al empezar a confesarse. El sacerdote no se la devolvía al penitente. Así no quedaba constancia de si había confesado sus pecados.

Al día siguiente muy temprano tenía lugar la comunión general en la parroquia. Los penitentes arrodillados en las gradas del altar hacían su comunión pascual y entregaba el ayudante del sacerdote otra cédula que decía COMULGÓ, que era como el certificado de que ese feligrés había hecho por ese año la comunión pascual.
Algunas semanas más tarde  después de la fiesta de Pascua, el Párroco salía casa por casa acompañado de monaguillos en horario escolar y por eso con permiso del maestro iba recogiendo las cédulas de la comunión pascual y los monaguillos con él en capachos y cestas recogían los huevos, por cada cédula un huevo, que entregaba el ama de casa. Nunca supe el destino final de aquellos huevos, ciertamente los monaguillos no recibíamos ninguno.
No sé qué relación tendrá esta costumbre de nuestro pueblo de obsequiar al párroco con la de regalar huevos de chocolate por Pascua en países como Paraguay, Argentina y Brasil.
NOTA - Aquellos huevos desaparecieron en nuestras costumbres. Pero siguen presentes los huevos que se introducen en los hornazos; que esto sea para muchos años.

¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

RelacionadoTiempo de Cuaresma   (blog de Isa)

3 comentarios:

  1. Estos recuerdos de la Cuaresma, traen a mi mente, además de las cédulas, que como monaguillo que fui acompañábamos a D. Leopoldo por el pueblo en la recogida de los huevos, el recuerdo de la iglesia enlutada, todo el altar mayor tapado, cubierto de morado, lo mismo que las imágenes restantes de otros santos en distintos altares u hornacinas, algunos parecían fantasmas. Todo esto tenía su compensación final el Domingo de Pascua, al entonar el Gloria con la apertura mágica de los telones morados por parte de las autoridades que una de cada lado, tirando de la cuerda correspondiente, descubrían la majestuosidad de aquel retablo (hoy desaparecido) que ese día lucía sus mejores galas, luces y decoración. A continuación, las autoridades con su bastón de mando se ayudaban para descubrir las restantes imágenes fuera del altar mayor. Añadir a esto el sonido de campanas, esquilas, etc., enmudecidas los últimos días que solo sonaban carracas, matracas y trompetas. Finalmente después de la misa tenía lugar la procesión de El Encuentro. La Virgen de luto por un lado (calle arriba) acompañada por las mujeres y Cristo resucitado por el otro (carretera arriba) acompañado por los hombres. Tras el encuentro propiamente dicho, la Virgen ya despojada de su luto, la marcha real, los cohetes, la alegría, el olor a pólvora y el olor a hornazo… Y todos juntos, si mal no recuerdo, carretera abajo alegres y contentos a la iglesia a dejar a Cristo y su Madre.
    Estas últimas palabras me han traído a la mente el bolero de Algodre (Zamora) que vi bailar hace años en Zamora y es como un himno, muy famoso, un baile muy bonito donde entre otras cosas la letra dice:
    Barre la calle,
    que va a pasar por ella
    salada y olé
    cuerpo salado
    mueve bien los pies,
    que va a pasar por ella
    Cristo y su Madre
    ay, ay, ay.


    Feliz Pascua y Felices días de Hornazo

    -Manolo-

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  2. César. Celebro que de nuevo estés entre los comentaristas del rincón bloguero que, en parte, forma parte de la voz del pueblo y que ello sea porque has recuperado la salud que últimamente no termina de reafirmarse en ti.
    Esta tu nueva entrada me satisface y da vida a la web que anda un poco escasa de comentaristas; si bien, las dos últimas semanas se han prodigado un poco los comentarios de los blogueros .

    La cuaresma de mi infancia vivida en La zarza, al leer tu entrada, me evoca muchos y gratos recuerdos de aquélla época para mi maravillosa y coincido en todo cuanto relatas en ella, así como en todo lo que comenta Manolo, de cuando éramos monaguillos y nos requería el sacerdote Don Leopoldo para ayudarle en sus menesteres.
    Lo de los huevos (y algunas cosas más) que recogíamos por las casas de los vecinos que visitábamos acompañándole y que nadie sabía donde iban a para pero que era notorio su destino, visto ahora desde la distancia, es una anécdota más de las costumbres de entonces.
    Una de las costumbres que, como otras muchas se las ha llevado el tiempo y a nosotros nos resultaba grata y la comenta Manolo, era el aviso del inicio de los servicios religiosos que lo notificábamos mediante el estrepitoso ruido que generábamos con las carracas, las matracas y trompetas que utilizábamos para esos menesteres y nos lo pasábamos bomba los que, en comandita, participábamos en el evento recorriendo las calles del pueblo, porque en aquél entonces no se permitía tocar las campanas por imperativo legal.
    El comentario que haces relacionado con la "cédula-tarjeta" de "confesó" "comulgó", etc., me ha despertado una melancólica sonrisa su recuerdo que ya había enviado al baúl del olvido y la he rememorado.
    Al hilo de la lectura de tu exposición, también me ha arrancado una sonrisa el recuerdo de la bula que era típica del tiempo cuaresmal y que Don Leopoldo tenía una habilidad especial para endosársela a todo parroquiano que él consideraba que tenía que adquirirla, aunque fuera en contra de su voluntad, cuyo precio lo fijaba también el párroco imponiendo su democrático criterio como era su costumbre.
    Al mencionar al padre Constantino, del que, a lo largo de mi vida me he acorado muchas veces por varios motivos, se ha acercado a mi mente el recuerdo de las varias y variadas charlas que mantuve sobre él cuando yo ya era adulto, con una persona cercana al dominico, al que considero un personaje peculiar, cuyos dotes de orador convencían a una roca.
    Al igual que a vosotros, a mí me ilusionaba escucharlo y, como niño que era, me convencían todos sus planteamientos.

    Manolo. Tienes buena memoria y recuerdas con nitidez todos los acontecimientos de aquélla época. Sigue así.
    Saludos. Luis

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  3. Todos los actos que celebrábamos en las pasadas Semanas Santas, que ahora recordáis eran muy importantes y, ahora visto desde la distancia por el tiempo transcurrido, todavía me emociona recordar sobre todo, dos de ellos:
    Uno, el momento en que durante la misa nocturna del Sábado Santo se abría la tela morada descubriendo el retablo y éste se iluminaba al encender todas las luces de la iglesia al mismo tiempo que comenzaban los cánticos.
    Otro, la Procesión del Encuentro y sobre todo, el momento en que éste se producía cuando se disparaba el primer cohete que, servía de señal acústica al campanero o campaneros de turno que esperaban en el campanario el momento para iniciar un violento volteo y repique de campanas, cuyo sonido se mezclaba con los cánticos y la traca de cohetes que se seguían lanzando.
    Tiempo y momentos pasados que a uno le gustaría volver a vivir.
    Saludos a todos.
    (Paco)

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