jueves, 7 de mayo de 2015

Las Torres de las Catedrales



Paso a hablar de esta estampa que no es de mi pueblo, si no de la ciudad de Salamanca, que está siendo mi tierra actualmente. Resido en la Casa de la Iglesia, edificio de Calatrava, donde en mi juventud hice mi seminario menor. Desde hace una semana me cambiaron de habitación; estoy ahora en una que tiene el ventanal mirando al sur, frente a las catedrales con sus torres respectivas.

Desde buena parte de la ciudad se divisan las  torres incluyendo, sus reflejos en las aguas quietas del Tormes. Las más altas corresponden a la catedral nueva. La cúpula románica más baja corresponde a la catedral vieja, construida en el siglo XII.  Las separan unos cuantos siglos, aunque están muy pegadas la una a la otra, pues ambas comparten un mismo muro;  muro norte para la vieja y muro sur para la nueva. Son pocas las diócesis que cuentan con dos catedrales ya que solían edificar los nuevos templos sobre los ya existentes. Fue un logro lo conseguido en Salamanca llegando a nuestros días con dos magníficas catedrales. Se dice que la catedral vieja fue respetada para no dejar a la ciudad sin culto, durante el largo período en levantar la catedral nueva, cuando Salamanca ya crecía en población y fama por su universidad.

Al ser construidas en distintas épocas son de estilos arquitectónicos distintos. No son como las de la catedral de Burgos, que responden a un plan único y pertenecen a una sola catedral.


La más antigua, que es la de la catedral vieja, solo diviso parte de su cúpula cónica a la izquierda del conjunto voluminoso de la catedral nueva, mientras que las torres de ésta destacan por su altura y majestuosidad. La arquitectura de la catedral vieja, responde al estilo románico; mientas que la nueva responde al estilo renacentista, como la del Vaticano.


Es una visión magnífica la que tengo a la vista. Ahí están las dos compañeras desafiando los siglos; unas veces  azotadas por los vientos, otras veces bajo un cielo sereno y azul. Ahí se encuentran contándoles las horas a los habitantes de la ciudad, como ahora, que están dando las once de la mañana. Su mensaje es señalarnos el cielo y con sus agujas como bolígrafos escribiendo en las alturas el nombre de Dios para que no lo borremos de nuestras memorias. Ellas con sus sonidos nos dan el tono de las grandes celebraciones litúrgicas; unas veces son voces rebosantes de alegría, como en la mañana de Pascua y otras veces enterneciendonos con los toques navideños. Y en las noches, con sus luces,  velan el sueño de los salmantinos, al ser iluminadas, durante algunas horas.
Haciéndoles guardia de honor no olvidamos la famosa torre del gallo y las torrecillas que la circundan.
Y para que no sea todo de piedra, las cigüeñas, con hilos finísimos van tejiendo en sus alrededores tramas que le dan un toque de vida